Julio conoce a Julia. Julio se despierta en la cama de Julia. Julio y Julia no recuerdan nada de la noche anterior. Mientras tanto, en el exterior, multitud de naves extraterrestres se han posado sobre las grandes ciudades. Los militares han conseguido trasladar a parte de la población a zonas seguras y a los demás se les ha dado el aviso de que no se aventuren a salir a la calle.
Partiendo de este telón de fondo tan apocalíptico, nos encontramos ante una de las comedias más hilarantes del cine español. Y es que, lo que nació con aspiraciones a ser una road movie sobre alienígenas, ha derivado en un proyecto más limitado por temas presupuestarios. Limitado en cuanto a escenarios, personajes y efectos especiales, pero no en recursos.
De hecho, ése es el punto más fuerte de este largometraje de Nacho Vigalondo. El 90% de la película sucede en el apartamento de Julia y en ningún momento sentimos claustrofobia por estar allí atrapados. Gracias a un diseño de personajes espectacular, llegamos a olvidar el peligro que corren los protagonistas en el caso de que los extraterrestres no hayan venido en son de paz y nos sumergimos en una historia de amor, traición, desconfianza, desconcierto e incertidumbre, en la que la lucha por la supervivencia no es más que otro motivo para generar la risotada de los espectadores.
Julio es diseñador, aunque no terminó la carrera. Julia es la novia de Carlos, aunque no pasan por buenos momentos. Ángel es el vecino cotilla que participa en las vidas de los demás, aunque no esté invitado. Son personajes que, a priori, pueden parecer estereotipados. Sin embargo, su evolución aporta novedades, sobre todo gracias a los diálogos, que son los que se llevan el verdadero protagonismo, conduciéndonos a las situaciones más disparatadas que se puedan vivir entre cuatro paredes y que sirven para presentarnos una película sobre relaciones humanas, más que sobre extraterrestres.
Si bien algunas interpretaciones me parecen discretas (aunque todas alcanzan un estándar mínimo de calidad), la dirección también roza la excelencia. Movimientos de cámara suaves, algún que otro barrido, planos estáticos y de larga duración que causan tensión. Los diálogos también intercalan miradas, silencios y muestras de complicidad que hablan por sí solas. Se nota que cada secuencia está cuidada al detalle.
Otros recursos de la película apuestan también por la simplicidad y consiguen convertirse en señas de identidad. Me refiero a frases como «Julia folla con Julio» o «Esto no es poner los cuernos, esto es más complicado». Así como a las situaciones que se generan con un simple bote de melocotones. Y sin olvidar la incorporación de la palabra «tróspido», un vocablo que se explica por sí solo y que supone un guiño para los twitteros.
En definitiva, nos encontramos ante una cinta que me ha sorprendido gratamente. Porque muchos sabéis sobre mi apoyo incondicional al cine español y ése era uno de mis principales objetivos cuando fui al cine a verla. Pero salí de allí totalmente encantado. Y es que, conociendo el curriculum del director, ahora tengo claro que no me importará que nos traiga un thriller o una comedia. Ésta es la obra que definitivamente le va a consagrar como autor, con los demás «grandes». Si lleva el sello Vigalondo, lleva el sello de calidad. Os dejo con el trailer. ¿Iréis al cine a verla? Cedo la palabra.
Valoración global ★★★★☆